jueves, 10 de septiembre de 2015

Cosas que me gustan: Penny Dreadful

Cuando ya está a punto de irse el verano, quien escribe este blog se dispone a redactar una entrada personal (ya van varias, aunque no demasiadas), más allá de los extractos de su novela sobre la desempleada irredenta Anabel.

Y el motivo es contarle al mundo lo mucho que me gusta una serie de televisión, Penny Dreadful, de capital estadounidense pero ambientación inglesa, victoriana, nada más ni nada menos, ese período tan singular (clásico y rígido en cuanto a formas pero cuna y ecosistema de grandes amantes y practicantes del ocultismo y lo macabro) que toma su nombre de quien reinaba en el momento (finales del siglo XIX, primerísimos del XX), la monarca Victoria, una robusta mujer de gesto severo y no menos inflexibles costumbres. O al menos, eso nos han contado...


La cuadrilla protagonista al completo
Antes de ponerme a hablar de Penny Dreadful tengo que decir que yo me he mantenido y me sigo manteniendo en una extraña posición con respecto a los seriéfilos de pro. No creo que haga falta recordar que desde no hace demasiado vivimos una oleada de seriemanía, pero lo haré.

En los últimos tiempos la televisión ha sido inundada por tropecientas series de todo tipo, envoltorio y duración, maniobra arropada por una campaña más o menos sutil pro-tele (con consignas como que el verdadero arte audiovisual lo copa ahora la otrora caja tonta, o que los astros de Hollywood no sólo no temen bajar de caché por hacer series, sino que lo piden ansiosamente). Aunque, lógicamente, las series que más ruido han hecho han sido las protagonizadas por grandes estrellas y que han recibido los halagos de la crítica y el favor del público. Ambos parabienes a la vez, logro harto complicado.

El caso es que las series que tenían que gustarme sí o sí (Breaking Bad, Juego de Tronos, True detective o, incluso, la pionera en este tema, Perdidos) no han terminado de calarme. Y eso que lo he intentado y reconozco lo bien hechas e interpretadas que están, claro que sí, pero no ha habido manera de que alguna de ellas lograra que dijera "ésta es mi serie, sí señor. Me muero por ver el siguiente episodio. El actor X o la actriz Y es un genio, su personaje no se me va de la cabeza...", reflexiones que creo que le deben brotar  a uno cuando encuentra una serie que le gusta de veras.


En cambio, sí que he logrado engancharme a series "menores" (con sus miles de fans y seguidores, sí, pero no tan deluxe) como la simpática pero algo ingenua El MentalistaThe Walking Dead (que aunque sea de las más vistas recibe buenas dosis de estopa por parte de la crítica y de ciertos espectadores que la siguen pero sin dejar de gruñir que podrían hacer las cosas mucho mejor) o el horror delicatessen de Hannibal, de la que ya hablé aquí y que, desgraciadamente, parece que no volveré a ver tras finalizar su tercera temporada (atención, SPOILER!), en un episodio que parece un homenaje al relato de Arthur Conan Doyle El problema final , en el que Sherlock Holmes y el profesor Moriarty llevan su odio hasta las últimas consecuencias en unas cataratas suizas.

Y hablando del buen detective de Baker Street... Creo que la única excepción a esta forma mía de seguir la corriente seriéfila que nos asola es la monumental, genial, exquisita y terriblemente buena Sherlock, una serie de culto que tiene un extraño formato que le va de perlas (pocos episodios por temporada y cada episodio en forma de una película de corta duración), que deja a todo dios con la boca abierta y de la que hablaré otro día, y la exquisitamente demencial Penny Dreadful, la que hoy nos ocupa.

Espere un poco, señor Holmes. En breves le dedicaré una entregada entrada...


La primera imagen que se me vino a la cabeza cuando leí que habían rodado una serie de temática oscura llamada Penny Dreadful fue la de una villana de comic. No por nada, Penny Dreadful es una de las malas que aparecen en un par de tebeos de mi colección (del año de la pera, todo hay que decirlo), una chica miembro de un grupo de supervillanos llamado Helix y cuyo poder es que su cuerpo sirve como un perfecto transmisor de electricidad. En el comic explican que la llaman Penny Dreadful, "peñique terrible", ya que, como buen peñique de cobre, la muchacha es una lograda transmisora de electricidad, perfecta para electrocutar enemigos, arreglar bombillas y cosas así. Me quedé con esta explicación en cuanto la leí. Pero años después, no recuerdo muy bien cómo, descubrí que semejante nombre/apodo esconde un fondo mucho más ingenioso: porque literalidades aparte, los llamados "penny dreadful" eran unos folletines repletos de historias sensacionalistas que se vendían en el Londres victoriano por el módico precio de un peñique. Ajam... Fíjate tú. Había más fondo en el asunto...

Con todos ustedes, la señorita Penny Dreadful, una pelirroja electrizante...

Obviamente, es este guiño el que tomó el creador de Penny Dreadful para tejer su serie. Y la verdad es que le viene ni que pintado.


Pero, ¿cuál es la historia que cuenta Penny Dreadful?


Pues aunque ahora me parezca imposible, tengo que confesar que en cuanto supe de qué iba exactamente la serie sentí cierto recelo y algo cercano al rechazo al tratar de asimilar tanta mezcolanza. Me explico: en el lúgubre Londres victoriano de finales del XIX se juntan varios personajes peculiares y poderosos a su manera para tratar de hallar a una joven desaparecida en extrañas circunstancias que responde al nombre de Mina Murray (sí, sí, la novia de Drácula de toda la vida) y otros que sin participar en la loable misión, andan por ahí dando guerra.



Un más intenso que nunca Victor.
Y sin tener que enseñar musculitos, ¿eh, Kenneth?
El actor es bueno,
¿de veras hacen falta esos faros visuales?
Y el núcleo de este grupito lo forman, atentos: el padre de Mina, Sir Malcom Murray, un explorador de buena cuna que es un cruce entre el Doctor Livingstone y Miguel de la Quadra-Salcedo y que está interpretado por un James Bond más bien sosainas, Timothy Dalton; el ayudante africano de éste último, un hombretón fiel y silencioso de oscuro pasado llamado Sembene (buen trabajo actoral del por ahora desconocido Danny Sapani); un habilidoso pistolero norteamericano al que pone carne y voz Josh Harnett, el pobre chaval de Pearl Harbor, que ha acabado siendo una suerte de Brad Pitt moreno; el mismísimo Victor Frankstein, un joven y virtuoso doctor atormentado y solitario con tendencias que rozan (o tocan directamente) la necrofilia, y que no sería lo mismo sin el superior actor que le da vida, Harry Treadaway, y su creación, un monstruo de Frankstein más existencialista que nunca y que aunque esté bien encarnado por el actor Rory Kinnear, en mi humilde opinión, su estilismo podría haber estado mucho mejor (prescindiendo de las lentillas fanta naranja, por ejemplo); el bello, delicado, vicioso, hedonista e insoportablemente risueño Dorian Grey (menudo mix, ¿no?), del que muchos conocemos desde hace tiempo su secreto, y por encima de todos estos hombres, ella, La Mujer, el pilar maestro sobre el que se levanta toda esta locura de trama, la vidente/bruja/diosa egipcia resucitada Vanessa Ives, la muchacha que pasó de ser la mejor amiga de Mina a una traidora de tomo y lomo. 


Miss Ives es la obra maestra de Eva Green, esa extraña actriz francesa que habla un inglés perfecto y que se tiñe el pelo de negro cuervo y cuyo sobrehumano talento brilla con supremacía perversa en cada una de sus apariciones en esta serie. Porque por si no lo sabíais, éste es el papel de su vida.

Porque Eva Green, que me provocó rechazo en Soñadores (porque odié esa película entera) y que me gustó como Vesper Lynn, es Vanessa Ives, y por extensión, Penny Dreadful, el Londres victoriano y toda la razón de ser de este tinglado. Y por lo que parece, Eva está en su salsa en esta serie, rodeada de monstruos, brujas, diablos, hombres lobos, perversos sexuales y jacks destripadores (aún no, pero se le huele, se le intuye), y te la crees en todos sus registros, tanto si es una princesita celosa de la boda de su mejor amiga y presa fácil para las tentaciones del Lado Oscuro, una chalada poseída con los ojos en blanco que raya y despedaza con frenesí  muebles, paredes y colchas, o una dama algo fría pero amable que asiste a todo tipo de reuniones sociales con gesto sereno (pero siempre alerta) y luciendo inolvidables modelitos con toques goticunos. 

Eva endemoniada

Eva de paseo

Si el tío Oscar premiara indistintamente interpretaciones televisivas y cinematográficas, yo lo tendría claro: Eva Green tendría que ser la Mejor Actriz del Año por cualquiera de los episodios de esta serie. Sus ojos color índigo, de mirada vetusta, calculadora y reveladora, como de otro mundo, encierran más gravedad, dolor y enigmas que cualquier aspaviento desmadrado de otras actrices de su generación, y ni siquiera cuando ríe con ganas, casi siempre sin enseñar los dientes, se parece remotamente a otras intérpretes.

Por lo demás, que menudo texto me está saliendo, decir que con este argumento Penny Dreadful podría haber sido una de esas series que tanto me espantan, en la que chicos y chicas de belleza aniñada clavan estacas en corazones de plástico o muerden pescuezos para beber sangre de granadina sin que se les corra el maquillaje o se les deshagan las ondas al agua. O una mala prolongación televisiva de la La liga de los Hombres Extraordinarios o el cachondeo de Van Helsing (personaje que hace un cameíllo, por cierto).

Pero no. No. Los actores mencionados, el vestuario exquisito, la ambientación sobresaliente, los personajes secundarios, toda clase de aberraciones sanguinarias (y sexuales) rodadas con tanto gusto que son tolerables, y una música exquisita, obran el milagro.

Una de las brujas de la Segunda Temporada.
Una Bathory aficionada al vudú con muñecas de porcelana

En resumen, que Penny Dreadful es, sin duda, mi serie, ex aequo con Sherlock, eso sí. Y que espero ansiosa su tercera temporada para 2016.

PD: me he "comido" a Billie Piper y a su imprescindible prostituta primero/monstruita después, esencial para terminar de pulir a varios varones de la función, al pobre Victor especialmente...


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