La ley del mercado es una de esas películas que para los que hemos/estamos padecido/padeciendo el paro de larga duración equivale a sentarse en un bar con unos amigos y unas cañas y comenzar a desahogarse. Sin censura. Poniendo a caldo a todo Dios. Sin ánimo de ser políticamente correcto o dejarse embaucar por esa atroz corriente de "buenismo" que contamina esta sociedad de locos desde hace demasiado. Porque de vez en cuando uno tiene derecho a estallar y gritar al cielo:
¿PERO QUÉ MIERDA ES TODO ESTO? ¿Con lo mal que se me está tratando, encima tengo que cerrar el pico, poner buena cara y creerme todas las mezquindades y chorradas que me sueltan los que no saben lo que es estar meses y meses sin trabajar, sin cobrar, sintiendo que no se sirve para nada?
Creo que sabéis a lo que me refiero.
Pues buenas noticias, desempleados míos: La ley del mercado, una digna película francesa del año pasado dirigida por Stéphane Brizé y protagonizada por un grandioso Vincent Lindon (¿de verdad que este hombre es actor? ¿Que no se está interpretando a sí mismo?) os va a sentar tan bien como una sesión de desahogo a base de birras y buenos colegas.
La primera escena ya es de traca...
El pobre Lindon, desempleado de más de 50 tacos durante 20 meses, se enfrenta con uno de esos funcionarios/replicantes que sin utilizar mucho el cerebelo ofrecen a los desempleados que caen en sus garras cursitos varios que no sirven ABSOLUTAMENTE DE NADA, más allá de mantener al pobre desgraciado de turno ocupado durante tropecientas horas en las que debería estar currando.
Me encanta, sobre todo, cuando Lindon le salta al robótico funcionario que el curso que le vendió es una completa pérdida de tiempo porque después de hacerlo sólo contrataron (se supone que el curso prometía algún tipo de empleo posterior) a los alumnos que ya tenían experiencia en la materia.
¿Os suena?
¡AY LA EXPERIENCIA, SEÑORES Y SEÑORAS MÍOS...! Una de las Bestias Negras del desempleado de larga duración. Nos rechazan por tener el estudio, que no la EXPERIENCIA, pero ni Dios nos da una oportunidad para comenzar a adquirir esa divina EXPERIENCIA.
Al personaje de Lindon también se le junta que tiene mujer e hijo, un hijo con una severa discapacidad intelectual que, no obstante, no le impide tener pretensiones universitarias. Vamos, que el chaval tiene su propia lucha personal, pero lo bueno de la película es que no dramatiza como podría con este aspecto de la vida privada del protagonista, y los momentos en los que Lindon va a clases de danza con su dulce esposa son un agradable rayo de luz en mitad del gris general del film.
No quiero destripar la película, así que no voy a contar cómo acaba Lindon ganándose la vida (ni describir a la sarta de gilipollas pretenciosos y a la pobre gente que allí conoce).
Lindon también padece una entrevista por Skype... |
Sólo, no puedo resistirme, mencionaros qué sucede en mi escena preferida...
Los que me conocéis un poco ya sabéis que las ENTREVISTAS DE TRABAJO y los CONSEJITOS de psicólogos, consultores de RR.HH. y gurús varios para pasarlas son unas de mis pequeñas obsesiones. Así que imaginad cómo ensalivé cuándo vi al pobre Lindon padeciendo un curso en el que le enseñan a superar con éxito una de estas pruebas mortales y cómo en un debate coordinado por el profe sus compañeros, tan desesperados como él pero dispuestos a comulgar con la canalla maquinaria que rodea su búsqueda, le critican por cómo ha hablado, por cómo iba vestido, por qué poca energía tenía, etc...
La cara de escepticismo que luce Lindon mientras escuchar toda esta SARTA DE CHORRADAS (con sólo pensar la cantidad de enchufados que habitan en las empresas de este país leer que existe tal o cual curso de "Cómo pasar entrevistas de trabajo" me provoca estupor y temblores) es digna de un premio. Bueno, de hecho ya se lo dieron: un César de la academia francesa (un Goya patrio) nada más ni nada menos.
A esta cara me refiero... |
Y también lo ganó la Película y el Director.
BRAVO.
Aquí el trailer: https://www.youtube.com/watch?v=-CWgI5y9cYA
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